domingo, 28 de marzo de 2010

El aquelarre

Las mujeres no escatimamos en adjetivos, cuando de ofender se trata. Tenemos una extraña particularidad para hilar frases corrientes con tonos precisos y volver ropa de trabajo cualquier persona, que a nuestro juicio se lo merezca y peor aún si la víctima es otra mujer; se hace con más gusto, eso es como ponerle syrup de chocolate al helado. Eso me pasó hace unos días, cuando recordaba con Adriana, mi mejor amiga, un hombre que aprovechado de su buen aspecto físico, coleccionaba orgasmos con diferentes mujeres. El alter-ego no permite que un hombre que pasa por las sábanas mojadas de uno, se vaya a acurrucar su miembro con alguien del mismo círculo, eso que se gritan entre machos: "Hermanitos de leche", para nosotras no es concebible. Pues bien, el alfa del que hablamos, llevó a una fémina, ex-amiga por supuesto, a quebrantar la ley y esto desató una furia manifestada en descarga de palabras soecez y descripciones vapuleantes. Si alguien ha visto la película "Mean Girls" protagonizada por Lindsay Lohan y Rachel McAdams entenderá perfectamente los momentos de aquelarre donde no se deja a nadie sin ensuciar, incluso sabrá del poder de la imaginación cuando un bus atropella a un trío de Bradz que va a cruzar la calle. Pues tal cual pasó con una niña en particular, flaquita ella, con cara de roedor y voz con tonalidad de diapasón; el odio poseía cada ventrículo del corazón y de forma inmediata las neuronas confabulaban para imaginarse lo mucho que quisieran que esa raquitica e ínsipida mujer sufriera de una displacia de cadera en pleno amorío o que se le atorara en la boca como a Liv Tyler en "The sweetest thing". Como es muy improbable que eso suceda, llegamos a la conclusión que nos conformaríamos con recibir algún día una llamada con fines amarillistas que nos contara que sufre de calvicie, seborrea o que públicamente se le cayó un puente como al presidente Gaviria. Envidia no era, pues almenos una en esta conversación había probado la manzana de la discordia, era una cuestión de exclusividad y aunque puede ser rídiculo sabiendo que el mancito no lo vale, es entretenido tener un motivo banal para desbaratar la reputación de alguien que quizás esté haciendo lo mismo con nosotras.