viernes, 13 de marzo de 2015

Un regalo al cielo

1929-2015
"A dónde irá, veloz y fatigada, la golondrina que de aquí se va..." cantaba seguidamente mi "Copito de nieve", ese hombre que vestido de abuelo, me entregó las razones más hermosas para creer en las equivocaciones.

Fiel seguidor del Karma, procuró no intoxicarme la mente, aunque el muy viejo zorro, me recomendaba libros que son capaces de desequilibrar cualquier base. De todas formas su intención siempre fue educarme a punta de letras y teorías, cosquillas y consentimientos. Recuerdo nuestros viajes a la finca, saludando a cuanto paisano se atravesaba por la carretera, con un fuerte y sonoro "Ole, compañero"; porque para él todos eran una necesidad en su vida, así no los volviera a ver, nunca fue casualidad.

Siempre intentó hacer su "trabajo" de la mejor manera y por fortuna pude decirle en cada oportunidad que tuve, que en mi vida no había nada más importante que su sapiencia, paciencia, ternura, lealtad y amor. Lo logró, porque no soy perfecta, evidentemente, pero si fui su mejor obra. Es difícil imaginarme los días sin él, ya no esperaré los miércoles con la ansiedad que lo hacía por llamarlo y dedicarnos canciones, recitarnos poemas o rajar de la familia; preguntar en portería a ver si había alguna carta suya y escribirle con perfecta letra una respuesta para que le fuera fácil leerla. Su presencia se iba disminuyendo con los años, pero para mí brillaba y lo hará siempre que cierre los ojos y vea su imagen entre el reflejo de agua que se acumulará en mis pestañas.

No sólo lo amaba, era respeto, admiración, orgullo; era mi tesoro mejor guardado, ese estado del alma en que todo está completo y difícilmente se comparta, por el miedo a que lo quiebren. Sólo uno de mis novios lo conoció, porque no creí nunca necesario llevarle hombres que probablemente odiaría por "hacerme daño". Esperaba tener la oportunidad de presentarle uno último, ese al que iba a poder decirle que si no funcionaban las cosas conmigo, le iba a doler más a él porque yo era mejor de lo que a veces dejaba ver.

Se va, se aleja porque eso también hace parte de lo que somos. Al despedirse de mi mamá le dijo que yo era el mejor regalo que le había dado y que me dijera que no olvidara que me amó siempre. Así será, mi Copito, nunca sentí un amor más
bonito y se quedará conmigo hasta que nos volvamos a encontrar.

Planeo conservar tu ausencia con el hermoso recuerdo de una vida sin reproches a tu lado. Gracias por creer en mi, por hacerme sentir tan especial y darme tiempo para demostrarte todo el amor que siempre sentí por ti. Hasta el último día seguiré tu consejo y no dejaré que nadie apague mi luz.

Nos volveremos a ver.