domingo, 31 de julio de 2011

Fútbol para todos, estadio para pocos

Estamos felices, eso es innegable. Por fin somos anfitriones de un mundial de fútbol. Todos los colombianos hemos manifestado nuestra euforia por tan magno evento y algunos han incluido en la foto de perfil de su red social de preferencia una linda medalla que dice “Soy anfitrión”, otros han desempolvado las camisetas de sus equipos favoritos, que usualmente usan para dormir o pasar el domingo, una gran cantidad compró la de la selección Colombia y otros decidieron ir a los estadios.

A pesar que la inauguración fue un show de comparsas del interbarrios de Barranquilla, los escenarios deportivos para este mundial quedaron majestuosos. Obviemos groserías como el Atanasio Girardot que optó por un festival de colores que no combinan ni en un cholado, de resto, Pereira se lució con sus dos pantallas y la pulcritud de su gramilla, y por supuesto la caldera, el olímpico Pascual Guerrero, imponente, sin nada que envidiarle a reconocidos internacionales; tanto así que es muy probable que la gente tenga que venir a Cali sólo para conocerlo.

Nosotros que hemos tenido la dicha de entrar y ocupar sus tribunas en diferentes localidades, que hemos alentado con grandeza nuestro equipo y que sabemos lo que es estar pegado a una malla gritándole al árbitro que se limpie el trasero con sus determinaciones, apreciamos lo que se hizo con el estadio porque nos erizamos de pensar que veremos la tribuna de un solo color y la hinchada de los cantos sonará como en el Carnegie Hall. Para nadie es un secreto que soy escarlata de la cuna hasta la tumba y sí, me imagino el Pascual pintado de rojo, visualizo la salida de mi mechita seguida de gritos y papeles, cornetas y tamboras. Ayer mi fantasía fue interrumpida por un extraño olor a flores y frutas…

Entiendo que el mundial sea un motivo de jolgorio nacional, pero hay unas reglas tácitas que se deben respetar. El estadio es un templo, tiene costumbres, hay rituales, hay normas establecidas que mantienen el equilibrio socio cultural de nuestra ciudad. Fue evidente que muchas de las personas presentes no habían pisado ni el antiguo borde que rodeaba el Pascual, su máxima cercanía con la caseta La María había sido desde el semáforo de la Roosevelt, desconocían que antes eran escaleras de cemento sin sillas numeradas (a excepción de occidental y sus favorecidos “abonados”) y si entraron fue para el concierto de la feria. Mujeres que vestían el pantaloncito caliente de los panamericanos, léase short en esta época, con blusita ajustada y tacones puntilla; hombres que no disfrutaban del espectáculo por estar pendiente de la chica que tenían a su lado y habían invitado porque es que al estadio toca ir a conocerlo como quien visita la loma de la cruz; dígame el muchacho que va los domingos a jugar golf al campestre, se veía los partidos por televisión y es adicto al zapping, una cantidad de personas que ocuparon el puesto de otro tanto que no alcanzó a comprar sus boletas y hubiese disfrutado del evento con mucha más alegría y deleite.

Invité a mi amigo Iván (@ivanrnavarro), boletas de 2do piso en oriental. La vista era increíble, los dos estábamos anonadados y sumergidos en ese gusto que tenemos por el fútbol, sin embargo, nuestro alrededor estaba lleno de gente de caras desconocidas para este lugar, tanto así que ni ellos se hallaban. Incluso una señora de casi 90 años, que debió subir hasta la fila R, de caminar trabajoso y mirar perdido, fue blanco de mis observaciones. 

El primer partido fue más emocionante que el segundo, increíblemente se esperaba más de Portugal y Uruguay pero honestamente fue un resultado digno de los equipos, bien parados en la cancha que no regalaron nada a su rival y que evidenciaron sus falencias en la lectura de partidos. Concluimos que Uruguay no debió atacar con un solo punta, el “loquito” Texeira, más acompañamiento  hubiera sido lo ideal, la defensa lusitana estaba fuerte y bien parada, esa línea de cuatro no la movían. Los portugueses no dejaron de atacar aún cuando perdieron un jugador y el cambio que hizo el técnico charrúa con los dos enganches terminó  por apagar la fuerza celeste. Por otro lado, los vecinos nos hicieron gozar, determinamos que entrenan sin arcos y los neo zelandeses son excelentes para el rugby.

De las conclusiones que nos dejó la inauguración del mundial sub 20 en Cali, les traje a regalar éstas:

- Uno no se aplica perfume en el estadio, el olor a mugre y deporte es parte del sex appeal.

-Si su novia no es amante del fútbol, no la lleve así sea un mundial, no  sólo lo fastidiará a usted sino a sus vecinos.

-Si usted va por farándula, no sea grosero. Véndale su boleta a alguien que si aprecie el fútbol.

-Si bien ya no hay un tierrero a los alrededores, no se vaya en tacones, ni siquiera plataformas, use tenis que su pareja no se va a enojar.

-No se es más fanático por tener una vuvuzela, antes de Sudáfrica 2010 íbamos al estadio sin ellas y hacíamos la misma bulla sin aturdirnos.

Después de lo vivido ayer uno entiende porque la gente no va al estadio, es que hasta para ir allá toca tener conocimiento de causa. Sin embargo es una experiencia que a nivel personal me deja grandes satisfacciones y como ya tengo mi abono para el II semestre del FPC, viviré al menos nueve veces más este año.

Pd: Es preocupante el tema del presupuesto de la comida, ayer se acabó antes de tiempo y después no había ni vasos para servir la gaseosa de tres mil el vaso y 25 mil la botella. Los precios son absurdos y la oferta poca. Hagámonos pasito.