lunes, 18 de junio de 2012

Espejito, espejito

Es absurdo como lo cotidiano genera polémicas, sobretodo porque siempre son resultado de simples diferencias de crianza, esa que, propia, se defiende con furia pero que fácil, ajena, se ataca sin compasión. Como el que peca y reza empata, el que critica y se burla de sí mismo cree que purgó la culpa.


En esas conversaciones endulzadas a punta de café, o en mi caso limonada, descubre uno que este mundo es realmente cruel. Cruel genéticamente, religiosamente, familiarmente, comercialmente, deportivamente y hasta desprevenidamente. Genéticamente como el chino que dejó la mujer porque el hijo le salió feo y descubrió que su esposa había mantenido un centro de cirugía plástica a punta de operaciones varias, religiosamente porque aún se revelan argumentos antisemitas que otrora impulsaron guerras y persecuciones y hoy reciben demandas por exceso de ruido en sus alabanzas; familiarmente cuando 24 años después descubres que te cambiaron a tu hija en un hospital y uno que su familia era de Estralandia; comercialmente que se reservan el derecho de admisión, deportivamente como un hincha que le dicen "Barbie" termina encarcelado por asesino y desprevenidamente porque más de uno debe estar en este punto calentándome la oreja con sus críticas implacables.

Está uno en esa constante búsqueda de agrado que termina por llevarlo al borde de la ridiculez, como osar criticar los nombres exóticos cuando en el mío hay letras poco usadas en el alfabeto castellano y/o tengo un nombre internacional adornado con 1,65 de estatura, ojos café oscuro, pelo negro y piel mestiza. Aquí todos tienen derecho y por supuesto sería muy hipócrita decir que no he caído en el pecaminoso placer de la crítica, pero sinceramente hay unos que para purgarla no sólo tendrían que tomarse dos tarros de aceite de ricino, sino ocupar su tiempo libre en desempolvarse el aserrín de la cabeza. Porque si algo es cierto es que para criticar se necesita tiempo y bastante, eso incluso lleva a perfeccionar la técnica.

En la formación de caracteres la gente cambia y el entorno se transforma, pasa uno de querer emborracharse con todo el tequila de Guadalajara a prenderse con el olor del arrurrú, no sé si eso sea madurez, para algunos uno puede ser un borracho muy maduro; es mejor que esa determinación sea una conclusión propia. Así como ser padre no da automáticamente un tiquete a la sabiduría, no serlo tampoco te priva de tener en buen uso las neuronas. No puedo criticarlo, no soy madre y aunque no sé si seré una buena, al menos tengo ejemplos de cómo no quisiera ser y eso ya es ganancia.    

De todas formas y para no caer en la tentación, no podría uno llegar a un acuerdo, no en vano existen los colores; que la vida se la pase entre gustos y placeres la hace perfecta, "últimadamente"   lo que importa es que cuando se mire a un espejo sea usted quien se guste, cuando esté solo quien se soporte y al despertar, le guste encontrarse con usted mismo, sólo ahí será innecesario mirar lo que le molesta en el otro para solventar la falencia propia.

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